La hipoacusia se define como una pérdida auditiva. Puede ser congénita o adquirida en algún momento posterior al nacimiento, y existe la posibilidad de que sea reversible o no. Es por tanto una sordera parcial, y no se debe confundirse con la sordera total.
Es un error común equivocarse en el significado de este término. Cofosis o anacusia son los términos médicos adecuados para hacer referencia a la pérdida total de audición en uno o ambos oídos.
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¿Que causa la hipoacusia?
La hipoacusia produce una disminución de la capacidad auditiva que puede suponer un trastorno para la comunicación y el aprendizaje adecuados para las personas en función de los distintos grados en los que se presenta:
- Leve: se tienen problemas para escuchar cuando el sonido o conversación se producen a un volumen bajo o en susurros, en un entorno ruidoso, o procede de un lugar relativamente lejano. En este caso es habitual que la enfermedad pase desapercibida, en adultos no suele causar problemas, pero en niños puede llegar retrasar o perjudicar su aprendizaje.
- Moderada, severa y profunda: las dificultades se presentan a la hora de escuchar sonidos o conversaciones en cualquier circunstancia ambiental (moderada). Cuando la persona sólo es capaz de escuchar cuando se origina muy cerca de su oído y se produce a un volumen muy alto (severa), o cuando la persona ya sólo es capaz de escuchar ciertos sonidos realmente intensos (profunda).
Tipos de hipoacusia
En función de la velocidad de instauración de la pérdida de la capacidad auditiva, la hipoacusia puede ser:
- Súbita: se ocasiona de forma instantánea, se instala en horas o en un periodo inferior a 3 días. En este caso es importante acudir a un centro médico con servicio de urgencias de forma inmediata, puesto que cuanto antes se produzca la atención médica, más probabilidades existen de recuperar la audición.
- Progresiva: la pérdida se produce a una velocidad más gradual que la que se produce de forma súbita.
De acuerdo a el lugar dónde se sitúa el daño, se puede clasificar en tres tipos:
- Hipoacusia de transmisión, también llamada conductiva. Afecta al oído externo y medio, y se produce cuando existe algún elemento que imposibilita que las ondas sonoras puedan conducirse hacia el oído interno, como un tímpano perforado, cera, líquido o una infección.
- Hipoacusia mixta, que es una combinación de la hipoacusia de transmisión y la hipoacusia neurosensorial
En función de los oídos afectados puede ser:
- Hipoacusia unilateral: la pérdida se produce únicamente en uno de los oídos.
- Hipoacusia bilateral: la disminución de la capacidad auditiva se presenta en ambos oídos. Cuando de limitación auditiva es irreversible y el grado es significativo, habitualmente es necesario recurrir a medios mecánicos externos –audífonos convencionales o implantes cocleares–.
Es importante poner el foco en la combinación de dos tipos de hipoacusia mencionados anteriormente, la hipoacusia neurosensorial bilateral. Ninguno de los oídos mantiene sus capacidades normales y la disminución auditiva de tipo neurosensorial es muy raro que se pueda restablecer, por lo que sólo es posible mejorar la audición mediante aparatos externos. La solución frecuente en estos casos son los audífonos convencionales o, si en grado de pérdida es alto, la colocación de implantes cocleares u otras prótesis implantables.
Atención especial en niños, hipoacusia infantil
La hipoacusia puede presentarse en la etapa adulta (normalmente relacionada con el envejecimiento) o en la etapa infantil. Es importante prestarle especial atención a la hipoacusia infantil, puesto que afecta especialmente a su desarrollo si no se trata de manera adecuada. La capacidad de audición disminuida infantil puede presentarse en el vientre de la madre (prenatal) o posteriormente (postnatal) y no tiene por qué suponer una capacidad intelectual inferior, aunque sí puede afectar a su desarrollo cognitivo. En función del grado de sordera el niño tendrá más o menos problemas para aprender y adquirir el lenguaje. Por ello, el diagnóstico es esencial lo antes posible, y se debe estar alerta a comportamientos no habituales en los niños para descartar que se deba a una falta de concentración, distracción u otras enfermedades.