Esa es la eterna pregunta que tenemos que oir a menudo todos los que trabajamos en el mundo de la cosmética. Pero, desde luego, no es una pregunta nada simple. Si no, no hubiera sido motivo de debate en el congreso de dermatología de 2009 para medios de comunicación que se ha celebrado el mes de octubre en La Rioja, organizado por la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), y al que han asistido prestigiosos expertos de nuestro país.
¿Existe la crema perfecta?
La ponencia de la que quiero hablaros hoy se titulada «¿Existe la crema perfecta? y fue desarrollada por el Dr. Jorge Soto de Delás, Profesor Titular de Dermatología de la Universidad del País Vasco y Jefe de Servicio de Dermatología de Policlínica Guipúzcoa de San Sebastián (miembro de la AEDV). Las cuestiones clave eran las
¿Es capaz un ingrediente activo de atravesar la capa más superficial de la piel, liberarse en la concentración suficiente, durante el tiempo necesario y de forma estable en la zona de la piel a la que va dirigido para que allí ejerza su efecto? Y además, en el caso de que esto se cumpla, ¿el ingrediente activo tiene capacidad de unirse a la estructura cutánea que se pretende restaurar, desarrollar un mecanismo bioquímico específico para ejercer esta corrección y que ésta sea de suficiente intensidad y duración para que el cambio sea real en la piel de esa persona?
Pero no acaba ahí el asunto, ¿existen ensayos clínicos totalmente fiables que demuestren la eficacia del producto estadísticamente significativa?
Pues el experto mantuvo que, a pesar de que el número de productos que superen estas fases de comprobación son reducidos, algunos lo han logrado, «y el nivel de evidencia científica los ha convertido en las estrellas de la prescripción cosmética dermatológica». ¿Cuáles son?
Pues los que contienen derivados de la vitamina A (el ácido retinóico), los alfahidroxiácidos, los que incluyen en su fórmula vitamina C, el ácido ferúlico y los protectores solares. Estos cosméticos, dijo el dermatólgo, «pueden utilizarse con la convicción objetiva de su acción y seguridad». Así que en el camino –mantiene– se quedarán otros productos, absolutamente seguros (no suponen ningún riesgo para la piel) pero cuya eficacia en muchos casos se limita a su acción hidratante «y no incluye otros sofisticados mecanismos biológicos».
Y es que, asegura, algunos otros objetivos de las cremas, como mejorar la textura de la piel, incrementar su luminosidad o disminuir las arrugas finas, « están en el fondo relacionados con la capacidad de hidratar la piel».
¿Cómo se consigue?
Algunas sustancias químicas de estos productos forman una película sobre la epidermis para retener el agua y otras la atraen como una esponja (las que se llaman humectantes). «Por estas razones, –concluye el experto– analizar los mecanismos por los que la piel puede hidratarse y conocer las vías por las que funcionan los productos de eficacia contrastada es acercarse al núcleo de la cosmética que prescriben cada día los dermatólogos».
Conclusión: Algunas cremas no son capaces de conseguir las sofisticadas operaciones biológicas que prometen, otras sí lo hacen, pero todas mejoran el aspecto de la piel (más hidratada y flexible, mejor textura, reducción de arrugas finas y aumento de luminosidad).
Así que si volvemos a la pregunta inicial, la respuesta es «sí», las cremas sirven y para mucho.