No habría podido imaginar un final mejor que el que tuvo hace unos días la magnífica y algo infravalorada en nuestro país serie «Mujeres Desesperadas».
Nueve temporadas han servido para introducirnos en la nada aburrida vida en Wisteria Lane, una calle de casas perfectas con unos vecinos con vidas aparentemente perfectas, pero que, a lo largo de muchos capítulos hemos asistido a sucesos que nos han mostrado que la perfección siempre es sospechosa y que estas personas unas amables y otras no tanto, escondían secretos, mentiras y algún que otro enigma que pretendían esconder construyendo una vida nueva en el mencionado barrio.
Cuatro han sido los personajes que nos han acompañado a lo largo de la historia; cuatro mujeres muy diferentes entre ellas, pero amigas inseparables hasta el fin.
Gabrielle, Lynett, Susan y Bree son los cuatro pilares de la serie «Mujeres Desperadas» que nos han ido mostrando que se puede pasar por mucho, pero que con la ayuda de tus amigas todo se puede superar. Aunque no siempre estaban solas, un quinto pilar ha estado presente durante todas las temporadas, un quinto pilar que ha ido variando de persona según la trama:
La primera fue Marie Alice, de la que hemos disfrutado a base de flashback y cuya mirada dulce y sobre todo su voz tranquilizadora, nos hemos podido acercar un poco más a estas magníficas mujeres.
Casi al tiempo de que la trama la “obligara” a acabar con su existencia, apareció la incombustible y exuberante Eddie Britt, una mujer que nos ha dado muy buenos momentos (memorables son sus múltiples “peleas” son Susan por conseguir el amor de Mike) y a la que eché de menos no sólo cuando desapareció de la trama sino en la despedida del capítulo final.
Cierto es que esta serie empezó con una temática de mostrar la vida cotidiana de estas familias acomodadas y sus desvelos en el cuidado de sus hijos, los problemillas cuando se organizaban actividades en la Iglesia y la comunidad, etc. Todo aderezado por el misterio de la muerte de Marie Alice, que una vez resuelto nos dio el pistoletazo de salida para saber que en cada temporada tendríamos un misterio que resolver compaginándose con cuestiones de la vida cotidiana salpicadas de humor.
Por «Mujeres Desesperadas» han pasado todo tipo de situaciones: asesinatos, chantajes, secretos y mentiras que han dado un vuelco a la trama, pero todo ello aderezado con unos personajes que han madurado dando una vuelta de ciento ochenta grados si ponemos la vista atrás y recordamos como eran al principio: las más destacadas por el cambio han sido a mi modo de ver han sido: Gabrielle y Bree.
A Gabrielle nos la presentaron como una mujer superficial para la que su imagen era lo más importante para ella. Al pasar la mayor parte del día sola ya que su marido se pasaba el día en la oficina para asegurarse el dinero con el que colmaba de joyas caras a su mujer para tenerla contenta, (algo que a lo que ella recurriría al final de la temporada, aunque luego repararía su error). Su soledad la llevaría a buscar atención en su jardinero John Rowland en una aventura que acabaría con su matrimonio y pasar por otro con un hombre que solo la quería para conseguir votantes para su candidatura.
Finalmente nuestra chica volvería con su Carlos, que también tuvo una aventura con la incombustible Eddie consiguiendo que esta nos mostrara que era algo más que una rubia explosiva sin sentimientos sino una mujer marcada por el abandono de su hijo y de todos los hombres a los que había entregado su corazón.
Con la reconciliación llego algo que nunca pensaríamos que Gabrielle tendría hijas, lo que supondría dar paso a una mujer totalmente distinta: más descuidada de su aspecto físico, y todo el día detrás de sus hijas que eran la antítesis de lo que ella hubiera esperado. Con todo descubrimos que fue víctima de un cambio de bebés en el hospital y que la hija dejada era el vivo retrato suyo lo que la llevo a mostrar su interés por esta niña y dejar que la hija que había cuidado todo este tiempo sintiera el fantasma de los celos. Aunque esta trama del intercambio de bebés fue algo a mi modo de ver surrealista e innecesario nos mostró que la perfecta Gabi podría cambiar.
Bree encarnaba a la perfecta ama de casa, una mujer casada con dos hijos, perfecta cocinera y con éxito en lo que emprendía. Es la que más veces se ha casado de todas sus amigas y la única que ha lidiado con el odio eventual de sus hijos a los que nunca comprendió y a los que intentaba proteger y cuidar como ella consideraba era mejor.
Tuvo que lidiar con su hijo Andrew que para más inri para ella, resulto ser Gay lo que la llevó cuesta abajo a una espiral de reproches y acusaciones, en las que a mi modo de ver, el papel de Adrew fue un poco decreciendo a un desgaste exagerado aunque al final resurgió de sus cenizas para reconciliarse con su madre y convertirse en el hijo que siempre quiso Bree tener.
Su relación con su hija tampoco fue un lecho de rosas, pretendiendo convertirla en su vivo retrato aunque tras muchos dimes y diretes consiguió tener una buena relación.
Sus relaciones con sus maridos tampoco estuvieron exentas de polémicas, los dos maridos que más la marcaron fueron Rex, el padre de sus hijos, y Orson que termino paralítico y siendo el azote de esta durante la última temporada acusándola del asesinato del padrastro de Gabi.
Se trata de uno de los personajes más ricos en matices de la serie, la que más ha crecido y evolucionado, a la que le perdonan todos sus deslices: la promiscuidad, el alcoholismo, la desesperación con la que reza el título y con la que finalmente volvió a ser lo que era. Una perfecta ama de casa que entro en política y triunfó. Porque ante todo Bree es una mujer leal.
Lynett y su marido Tom han sido la pareja de la serie: padres de familia numerosa, lo que se interpuso en la carrera de ella, algo a lo que en un principio renunció gustosa no sin tener ciertos remordimientos por dejar de ser ejecutiva de nuevo. Volvió al trabajo de la mano de Tom con un restaurante, pero sus caracteres, las trastadas de su hijo acostándose con la madre de un amigo suyo, el incendio de un local y otros sucesos volcaron la situación.
El caso es que esta pareja que por ha pasado por múltiples peleas por los miedos de ella a no poder controlarlo todo, a sentirse de que ella es quien toma el mando, la han llevado a tener dos grandes crisis con su marido: una que remitió con el cáncer al que se tuvo que someter y otra que supuso la separación de la pareja.
Pero esta pareja no podía estar separada y aunque Tom encontró la felicidad de la mano de Jane, nunca pudo olvidar a esa mujer de la que se enamoró en la universidad y de la que siguió enamorado siempre y más aún cuando está decidió que no dejaría escapar a su marido sin luchar. Para ello, la mencionada muerte del padrastro de Gabi fue uno de los pilares que los volvió a unir.
Susan era la torpona del grupo, la que más momentos divertidos nos ha dado gracias a su torpeza natural innata que la llevo en la primera temporada a quedarse desnuda en la calle sin llaves y tener que esconderse tras un arbusto. Lo que nos dio uno de los momentazos con Mike. Su eterna enamorada, consiguió casarse y ser madre nuevamente con él, siendo la plenitud de su felicidad.
Por ello, fue una lástima que Mike acabara muriendo y dejando a esta mujer sola pero con el aliciente de tener que cuidar de su nieta, la hija de Julie y de Preston, así, terminó emparentada con Lynett.
Ha habido personajes secundarios memorables en la serie como la ya mencionada Eddie, Karen, actriz que murío semanas después de rodar la serie de la misma enfermedad de su personaje (gracias a ella las chicas han tenido un final memorable, aunque fuera a mi modo de ver otra de las cuestiones surrealistas), Catherine, cuya vuelta supuso el impulso definitivo para Lynett y Tom hacia un cambio total en su vida en común.
El hueco de Eddie era difícil de llenar y Raneé lo intentó, y aunque fue una digna mujer desesperada faltaba la chispa de la rubia de Wisteria Lane, un hueco muy difícil de llenar y en el que se echó su en falta su ausencia en la despedida final de Susan cuando de blanco todos los personajes fallecidos de la serie se despedían de ella.
Tras tantas aventuras y desventuras estaba claro que estas «Mujeres Desesperadas» dejarían su barrio atrás para comenzar una vida nueva, lejos de todos esos recuerdos agradables unos y tristes otros que las habían marcado para siempre.
Artículo enviado por Mª Ángeles Mata