La saga crepúsculo ha llegado a su fin. Amanecer Parte 2 ha sido el broche final para una colección de cuatro libros reconvertidos en cinco películas que ha sabido como pocas encandilar a millones de adolescentes y no tanto, en todo el mundo.
Ante este abrumador éxito cabría preguntarse ¿A qué se debe el éxito de esta historia literaria reconvertida en películas? La respuesta es más que sencilla: al amor puro, profundo y sincero que siente una adolescente retraída y tímida hacia uno de los chicos más misteriosos y con apariencia atormentada de su instituto y que esconde un gran secreto.
Nuestros protagonistas la tímida y retraída Bella con aspecto de inadaptada y poco dada a relacionarse con gente normal cae perdida en las redes del joven y blanquecino vampiro Edward que nada más verla intenta por todos los medios apartarse de ella pero como en el corazón no se manda el chico cae. ¡Y eso que se supone que los vampiros no tienen corazón!, pero estos sí, no bombea sangre pero siente y padece, lo cual no está mal.
Eso le permite prendarse de la chica más bien torpecilla que no se asusta ante la idea de que su chico pueda morderle la yugular pese a que ella insiste una y otra vez en querer pasar el resto de su ¿vida? con la temperatura bajo cero y brillando como diamantes a la luz del sol. ¡Y yo que creía que al sol los vampiros se quemaban! ¡Qué ilusa soy! Ha tenido que venir Stephenie Meyer a sacarme de la cabeza esta idea. Porque reconozcámoslo, esta mujer ha echado pro tierra todo lo que hasta ahora sabíamos o creíamos conocer acerca de seres de ultratumba. Estos son especiales, aparte de brillar al sol como si de diamantes se tratara, no mueren por la causa de una estaca clavada en el corazón, sino porque les rompen el cuello, les cortan la cabeza como si de la Francia de María Antonieta se tratara y se rompen como porcelana para ser quemados. Sienten dolor, amor, poseen poderes: leen mentes, tienen escudos protectores, dejan ciegos, y sobre todo poseen una fuerza sobrenatural.
A lo largo de las películas hemos visto las vicisitudes de esta extraña pareja, en la que su entorno se empeña en separar por más que ellos pretendan seguir adelante contra viento y marea. Como si de Romeo y Julieta se tratase, viven contra todos los convencionalismos de vampiros y licántropos y las peleas y luchas entre ambos clanes. Existe un tratado de paz, y yo me pregunto si eso lo decidieron a la luz de una fogata los hombres lobo con apariencia de animal y los otros con los colmillos preparados por si acaso.
Una de las cuestiones a tener en cuenta para la gran aceptación de esta trama es la inclinación hacia la historia de los amantes de Verona de su autora. Luna nueva, es quizás la película de la saga en la que está presente de manera más notable estas similitudes, ya que en la obra escrita Bella dedica varias páginas, inmersa en su depresión a compararse con el triangulo amoroso de Julieta-Paris-Romeo. Y en cierto modo tiene razón, podemos simplemente ver que Montesco y Capuleto están representados con Vampiros y Licántropos pese a que a mi modo de ver, comparar la historia escrita de carente valor literario con la magnífica pluma del maestro de la escritura británico sea cuanto menos algo pretencioso.
Pero si la propia Stephenie se ha atrevido ¿Por qué no voy a hacerlo yo? No obstante lo que más me ha chocado de la escritora es su forma de finiquitar el amor del sufrido hombre-anuncio que se quita más veces en el cine la camiseta por ¿guión? y posterior deleite de sus fans, Jacob hacía ella: utilizando una extraña palabra que se ha inventado esta mujer para nombrar lo que se dice un flechazo en toda regla de toda la vida: imprimación,y nada menos que del bebé de Bella, ¡venga hombre No escribiré la palabra que se me viene a la mente, pero señora Meyer esto sólo tiene un nombre por mucho que lo disfrace de otra cosa .Vale que la chiquilla crece a pasos agigantados y que en un mes a lo sumo de su nacimiento tendrá el cuerpo y mente de una adolescente, y la suerte de que su licántropo enamorado sigue con el mismo aspecto pero eso no quita para que el asuntillo me dé algo de grima.
Los cines se han abarrotado de adolescentes, en su mayoría fans de este amor en principio terrenal en su camino a la inmortalidad.
Muchas de estas chicas se sienten inidentificadas con Bella, la cual solventa algunos de los convencionalismos que la selva que es a veces un instituto no comprendería como caer en una historia sentimental con un chico más guapo, más agraciado y una especie de James Dean del instituto que la corresponde, la protege, la quiere y que acaba convirtiéndose en el novio perfecto que todo padre o madre le gustaría para su hija, ya que nunca haría nada que disgustara a sus progenitores. Edward se mueve como pez en el agua en las normas de cortejo de principios del siglo XX donde pasear, coger de la mano y tomar té en el porche era lo más a lo que podría aspirar una vez, eso sí, obtenido el permiso paterno. Y como a estas galanterías no estamos ya, tristemente acostumbradas las mujeres, nos deslumbran, nos hacen pensar que somos más importantes de lo a veces nos creemos y que nos suben la autoestima hasta límites insospechados tengas dieciséis años o más. Porque todas merecemos que nos traten así, como reinas, que apoyen su rodilla en el suelo y te pregunten si le concederías el extraordinario honor de casarte con él. Porque apenas deben existir chicos así, y no digamos hombres con esta sensibilidad.
Así que ¿por qué no vamos a disfrutar con esta saga? Si el amor sincero, la amistad, el respeto y la lealtad son sus valores fundamentales yo invito a participar de ello. Qué más da si desde el punto de vista cinematográfico y literario deja algo que desear.
Mª Ángeles Mata