Las catas deben evaluar el equilibrio, la complejidad, el balance y la duración de los sabores de una cerveza.
A veces, entras a una cervecería y la diversidad de grifos de su barra y la variedad de botellines de cerveza que exhiben sus estanterías te hacen dudar sobre qué pedir. Para conocer mejor qué sabor, textura, olor, cuerpo y espuma tiene cada tipo de cerveza y cuáles son las que más se adaptan a tus gustos, lo mejor es tener unos conocimientos básicos, que se pueden adquirir fácilmente realizando una cata de cervezas.
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Como catar cerveza
Para afrontar esta tarea, lo mejor es no tratar de catar más de seis cervezas y, en todo caso, probarlas siempre desde la más clara a la más oscura o empezando por la de menor graduación alcohólica a la de mayor cantidad de alcohol. En un ambiente de entre 18 y 22 grados Centígrados, bien ventilado y sin humo de tabaco, se deben sacar las cervezas de la nevera unos diez minutos antes de comenzar la cata, de forma que estén a una temperatura algo superior de la que se consumen habitualmente.
En concreto, los valores que se aconsejan son entre 3 y 4 grados Centígrados para una Pilsen (como una Mahou clásica), entre 5 y 6 grados Centígrados para una Lager (como una Mahou cinco estrellas) y de 7 a 8 grados Centígrados en el caso de las Ale, Abadía, Trapens, Ale Weissbier y Bock, como la Mahou negra.
Nunca hay que comer poco antes de la cata cervecera ni realizarla con comida porque puede alterar nuestra percepción, por lo que es recomendable, incluso, limpiar el paladar con agua mineral sin gas. También es aconsejable saber qué se va a probar, es decir, informarse con los datos de las etiquetas para conocer de qué tipo se trata, de dónde procede, qué ingredientes contiene, su historia, método de elaboración y contenido alcohólico, entre otras cuestiones.
La cata de una misma debe realizarse con dos vasos, transparentes, sin rugosidades ni relieves ni restos de agua, uno para valorar su color y espuma y el otro para apreciar su aroma y gusto, por lo que en el primero hay que tirar la cerveza de forma que se genere espuma mientras en el segundo debe hacerse de tal manera que no haya espuma, llenando el vaso hasta la mitad y sin que la cerveza se descarbonate.
Hechos todos estos preparativos, es hora de probar las cervezas. Primero, hay que echar un vistazo al vaso lleno con espuma sobre un mantel o un fondo de blanco, de forma que se vea su color, tonalidad, vivacidad y espuma. El segundo vaso se olerá para ver si tiene aroma a cereal (malta o trigo) o lúpulo, frutal o a especias y el alcohol.
Degustando una buena cerveza
Entonces, toca degustarla desde el mismo vaso a medio llenar en el que se ha catado el aroma. Hay que dar un primer sorbo para empapar las papilas gustativas y que la boca se impregne de cerveza para, posteriormente, pegar otro sorbo para captar las notas de sabores: ácidos, que se aprecian en los laterales de la lengua; dulces, que se notan en la parte delantera, y amargos, que se sienten en la posterior.
Al beberla hay que notar si tiene gusto a cereales, lúpulo, frutas y especias, el alcohol y el cuerpo de la cerveza, así como la duración de los sabores. Con el uso de los sentidos de la vista, el olfato y el gusto, se tiene que evaluar la cerveza haciendo un resumen de su equilibrio, complejidad y balance.
Gracias a estos conocimientos adquiridos sobre las cervezas, ya se puede ir tranquilamente de tapeo por Madrid o a ver un resumen de partidos de fútbol a un pub y no dudar en qué cerveza pedir o probar varias: desde una light, a una sin alcohol hasta una negra.